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Aproveche un fin de semana largo para conocer la ciudad de Curitiba, en el sur de Brasil, una región colonizada en la segunda parte del siglo XIX, principalmente por italianos, polacos, ucranianos, alemanes y árabes.
Me lleve una agradable sorpresa a pesar de la lluvia, la ciudad presenta un interesante equilibrio entre edificios, casas, plazas y parques; tiene una población cercana a los dos millones de habitantes.
Originalmente la primera fuente económica fue la agricultura, que aun lo es; Paraná produce una gran cantidad de maÃz; sin embargo Curitiba se volvió un centro comercial e industrial con armadoras de autos, empresas internacionales de fertilizantes y tecnologÃa para el campo, etc.
La mezcla étnica la hace muy interesante, gente más tipo rubio de ojos claros, sin embargo ves de todo, al igual que al recorrerla se observan iglesias católicas, ortodoxas y mezquitas todo en armonÃa sin grandes conflictos.
Caminé por el centro histórico en el barrio de San Francisco, la catedral de nuestra señora de la Luz y la plaza Tiradentes, ahà tome un autobús turÃstico y me dirigà al magnÃfico Museo de Oscar Niemeyer el famoso arquitecto brasileño que proyecto la ciudad de Brasilia, en ese museo me toco ver varias exposiciones temporales, entre ellas una exposición mexicana de muralistas facilitada por la fundación Carlos Slim, pude ver a Ribera, Siqueiros, Orozco, algo de Frida, Pedro Coronel, Tamayo, entre otros. La construcción del museo es simplemente fenomenal, una gran expresión de espacio y luz.
En la noche fui invitado para comer en el famoso Barrio Italiano de la Santa Felicidad.
En el dÃa siguiente la lluvia comenzó desde temprano, sin embargo no bajo el ánimo de conocer, me llevaron para el jardÃn botánico, varios parques cuyos nombres no los tengo en la memoria, entre ellos el parque polaco y el memorial ucraniano, conocà la parte más cara de la ciudad en la eco-vila.
Digamos que una de las impresiones más agradables fue conocer la famosa opera de alambre (más bien de tubo metálico), construida en los años 90s con una integración total a su entorno natural, ya que los muros son de cristal, es algo sumamente innovador que fue posible levantar en pie en menos de 4 meses, nunca vi algo igual, el concepto se me hizo genial.
En la tarde fue al centro comercial más nuevo de la ciudad, recorrà sus tiendas, vi gente guapa y disfrute el momento.
Para terminar el dÃa comà en un restaurante polaco-ucraniano con un menú sofisticado y de varios tiempos, fue una experiencia interesante.
Ya para el Domingo fui a la feria de artesanÃas del Barrio de San Francisco ahà me toco comer una pamoña (tamal brasileño) y me encontré con una mujer de Mérida que vendÃa tacos, ella hace las tortillas de maÃz amarillo, pedà un taco con frijoles negros, queso, lechuga y salsa, ella le llamaba taco chilango, me morà de la risa por la puntada.
Debo agradecer todas las atenciones recibidas por Cidinha, Marcelo su esposo y Jeorge su simpático hijo, después de tanta hospitalidad y comida, me quedaron muchas ganas de regresar.
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